Crónicas de un templario (II)
Desde siempre, me habían enseñado a servirle a Dios y a mi patria... Eran arduos entrenamientos en donde el espíritu era tan fuertemente entrenado como el cuerpo, la mente y el corazón... Donde la lealtad era el valor más importante... Donde por otro lado aprendí que debía anteponer mis deberes sobre mis sentimientos... Donde paradójicamente Dios quedaba en último lugar...
Después de una terrible derrota, me había jurado no volver a sentir más, y convertirme en un moralista del deber... Pasaron los años, y entre tropezones, dolores y demás, había logrado grandes victorias, muchas de ellas más debidas a la gracia de Dios que a mis propias habilidades. Cada que estaba a punto de pelear una batalla sin tregua ni cuartel, me encomendaba a Su voluntad, mientras le ofrecía dar mi mejor esfuerzo. Sorprendentemente casi siempre dio resultado. Sin embargo, a pesar de 100 luchas aún no he encontrado ese algo especial del que todos hablan, pero que por el choque filosófico y cultural creía irrelevante, una pérdida de tiempo, algo demasiado simplificado y hedonista para la educación que había recibido...
Hasta que la conocí... Fue cuando el mundo empezó a cambiar, cuando podía expandir mi universo. Cuando pude recordar una vez más que el deber no lo es todo en la vida. Cuando pude quitarme la máscara a pesar del miedo. Ahora debo tomar una decision importante ¿Dejar las cosas como están, y vivir del hubiera, o arriesgarme muy a mi pesar, y encomendarme una vez más a Dios para que salgan las cosas de la mejor manera?
Publicar un comentario